Cada septiembre ocurre lo mismo: las Fiestas Patrias marcan un punto de inflexión y los gimnasios en Chile se llenan de nuevos socios. El fenómeno, conocido como “operación verano”, se repite año tras año. Pasada la celebración y con la llegada de la primavera, miles de personas se inscriben en busca de ponerse en forma para los meses de calor.
Los datos lo confirman. Algunas cadenas de gimnasios reportaron aumentos de entre 14% y 19% en inscripciones justo después del 18 de septiembre, e incluso alzas cercanas al 40% respecto a las semanas previas. Y no solo se trata de nuevos usuarios: también crece la asistencia de quienes ya estaban inscritos, con incrementos de entre un 20 y 25% en su frecuencia. Es decir, el entusiasmo existe, el interés está presente, y la motivación aparece cada año como un resorte natural.
El problema es otro: la permanencia. Porque si bien septiembre abre la puerta al cambio de hábitos, lo que la evidencia científica muestra es que la mayoría de estas inscripciones no se sostienen más allá de unos meses. El impulso inicial se disuelve en la rutina, el cansancio o la falta de objetivos claros, y volvemos a repetir la historia el año siguiente.
Aquí es donde debemos cambiar la mirada. El desafío no es sumar socios a los gimnasios en septiembre, sino convertir ese entusiasmo puntual en un estilo de vida sostenido. Y eso requiere más que voluntad: se necesita educación en actividad física, acompañamiento profesional y políticas públicas que faciliten espacios y condiciones para moverse durante todo el año, no solo cuando el calor aprieta.
La “operación verano” debería ser, en el fondo, la “operación vida activa”. Un compromiso personal y social para derribar el sedentarismo que afecta a más del 80% de la población chilena. Porque el ejercicio no puede seguir siendo un remedio estacional contra los excesos de septiembre o un boleto rápido hacia la playa. Debe ser un hábito permanente, una herramienta de salud y bienestar que nos acompañe siempre.
Mientras tanto, septiembre nos recuerda el potencial que tenemos como sociedad para movernos más. El reto es claro: transformar ese entusiasmo pasajero en un cambio cultural duradero.
Por Frano Giakoni Ramírez, director carrera de Entrenador Deportivo UNAB